viernes, 20 de febrero de 2009

TEMIENDO EL LLAMADO (enviado por Lia)


David y Saúl. Son dos nombres que vienen a nuestra mente siempre ligadas. Pensamos de David como el bueno, y de Saúl como el malo. Saúl es el que fue desechado, y David es el que tomó su lugar. Y si nos dieran a escoger como cuál quisieramos ser, escogeríamos ser como David—¿porqué?, a veces ni sabemos.

Pero a pesar de que pareciera que los dos fueran de lados opuestos, una cosa sí tenían en común: ambos fueron escogidos por Dios, para reinar. Entonces algo tuvo que haber fallado en Saúl, para que tomara un rumbo tan opuesto al de David.

Desde el principio de su reinado, Saúl cometió varios graves errores. Primero, al prepararse para batalla, el sacerdote debía ofrecer un sacrificio. Y al no llegar Samuel, (el sacerdote/profeta), Saúl ofreció el sacrificio—desobedeciendo el mandato específico de Dios de que esto era deber del sacerdote solamente. A pesar de que se “esforzó” al hacerlo, Dios se desagradó por su desobediencia. (Puedes leer esta historia en 1 Samuel 13:1-14).

Luego, Saúl vuelve a desobedecer el mandato de Dios en cuanto a la destrucción del pueblo de Amalec (1 Samuel 15), y como consecuencia, Dios lo desecha.

Parece que el reinado de éste hombre fue caracterizado por la desobediencia a Dios, y podemos trazar el comienzo de ésta desobediencia al momento en que Dios llamó a Saúl a ser rey.

En 1 Samuel 10, narra la historia de cómo, antes de ser elegido Saúl, el pueblo de Israel pide un rey. Dios, aunque desagradado por su petición, le dice al profeta Samuel que ha elegido a Saúl. Samuel sale al encuentro de Saúl, y le dice de su llamado y le da 3 cosas:

1.- Le da una señal—que se encontraría con una compañía de profetas, vendría sobre el el Espíritu Santo, y como muestra de ello, profetizaría también.

2.- Le da un mandamiento de parte de Dios—que hiciera lo que viniera a sus manos.

3.- Le da una promesa—que Dios estaría con el.

Saúl tenía todo lo que necesitaba para obedecer el mandato de Dios, que era hacer lo que viniera a sus manos. Me encanta que el mandato es tanto específico, como general. Es un mandamiento que le decía exactamente que hacer, pero no le dice exactamente que va a venir a sus manos. Los mandamientos de Dios requieren de fé para cumplirlos, pero no quiere decir que son un salto al espácio.

Saúl continúa su camino, y poco después de ésto, Samuel convoca al pueblo para anunciar quién era el que Dios había escogido para ser rey. Y al momento que se anuncia que es Saúl…¡no está! Lo buscan, y está—¡escondido entre el bagaje!

La desobediencia de Saúl comenzó allí. Dios le había mandado que hiciera lo que viniera a sus manos, e incluso de dijo que sería rey. Pero ni siquiera la promesa de que Dios mismo estaría con el, logró motivarlo a seguir a Dios por fe. Y prefirió esconderse del llamado de Dios.

Nosotros, como Saúl, también hemos sido llamados por Dios. No tienes que buscar el “a qué” te ha llamado Dios—simplemente espera lo que Él traerá a tus manos, y hazlo.

Como jovenes viviendo en un mundo corrompido por el pecado, no podemos virvir para agradarle si cuando Dios trae algo a nuestras manos, huímos. Tampoco esperes que Dios haga caer rayos del cielo para que veas lo que ha traído a tus manos. Muchas veces es simplemente el tomar el tiempo para hablar con alguien con quien hablarías normalmente. Tomar control de un reino no es la única cosa que requiere de valor.

Esto sí te puedo asegurar: que requiere de valentía seguir el mandato de Dios, pero la promesa que Dios dió a Saúl también la da a nosotros—estará con nosotros. No es un salto al vacío, simplemente es seguirle, y no huír de donde te llame.

Este articulo sera continuado en una segunda parte titulada “El reto de la obediencia”.
Lia

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Si! Tan cierto y que rapido lo olvidamos. ¡Gracias! Muy buen artículo.