jueves, 2 de octubre de 2008

¿Despojarte o Aferrarte? by Lia Foote

Vivímos en una sociedad que nos dice: “lucha por tus derechos”, “para amar a otros debes primero amarte a ti mismo”, “ten un buen autoestima”.
Pero al decirnos esto, nos anima a tener el mismo problema que un niño egoísta: un enfoque unicamente en si mismo.

Ni un extremo ni el otro son buenos. El orgullo y la autoconmiseracion son resultado de humanos que sólo tenemos ojos para nosotros mismos.

Todos sabemos la “historia de escuela dominical” de Adán y Eva que se encuentra en Génesis capitulo 3. Adan y Eva se encontraban en una perfecta comunión con Dios, que tu dirías “si yo estuviera en su lugar, no lo habría hecho….” Ten cuidado, porque en el momento que tu luchas por reconocimiento y prestigio, sigues en los pasos de estos dos.

Conforme a la história en Génesis 3, la serpiente le muestra la opción a Eva de ser como Dios (Gen. 3:5). ¿Porque querría eso Eva? Al crearla Dios, la hizo justo como Él la quería (Gen. 1:31). Dios hizo a los ratones pequeños y a los elefantes grandes, y no ves a ninguno de los dos quejandose de como Dios los hizo y deseando ser como el otro. Estan contentos de glorificar a Dios, sometiendose a lo que fue su voluntad. Pero el Ser humano, al aspirar ser diferente a como Dios lo quizo, se rebeló a la voluntad de Dios para el.

Elizabeth Elliot, esposa del misionero Jim Elliot (matado por los indios Auca en Ecuador), dijo en su libro Let Me Be a Woman (Que Sea Yo Una Mujer): “¿Qué tipo de mundo habría sido éste si Eva hubiera rehusado aceptar la oferta de la serpiente y respondido, ‘Que no sea yo como Dios. Que sea yo lo que me creó para ser—que sea yo una mujer’?”[1]

El egocentrismo comienza cuando el humano quita su enfoque de Dios, de Sus propositos, de Su gloria, y se enfoca en enaltecerse. Se apasiona por ser igual a Dios.

Al mirarte a ti mismo y no conformarte a Su voluntad, sino como ratón, prefieres rebelarte en contra de tu Creador y aspirar a ser elefante, tu enfoque es cambiado de Dios, a ti mismo. Al tomar este paso Adán y Eva, no pensaban en las consecuencias que podría llevar su acción. Pero mas adelante en Génesis, vemos la misma actitud en Caín, su hijo de Adán y Eva.

Ahora, ¿que salida hay para esto? Si yo digo, “Qué bien, ya sé que soy un horrible egocéntrico....¿tengo que ser así?”. Dios le da la respuesta a Caín:

“Si bien hicieres, ¿no seras enaltecido? Y si no hicieres bien,
el pecado esta a la puerta; con todo esto, a ti sera su deseo,
y tu te enseñorearas de él.” (Gen. 4:7, Reina Valera 1960)..

Dios le está diciendo a Caín, “Sí, eres pecador, pero tú escoges”. Dios nos dió una conciencia que nos dicte cuando estamos mal. Tú escoges, si al saber la voluntad de Dios, lo obedeces o no.. Pero siempre tienes opción.
¿Te acuerdas como deciamos que el egocentrismo comienza cuando el ser humano se aferra a “ser igual a Dios”? Sólo hubo una persona quien legítimamente podía aferrarse a eso, y no lo hizo: Jesucristo. En Filipenses 2: 5-9 dice:

“Haya , pues, en vosotros este sentir que hubo también en
Cristo Jesus, el cual siendo en forma de Dios, no estimó
el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se
despojó de sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciendose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo, y le dió un nombre que es sobre
todo nombre.” (Reina Valera 1960).

¿Te das cuenta que ésto es el completo opuesto de la mentalidad de Adán, Eva y Caín? Cristo era el único que tenía derecho a aferrarse a ser como Dios, y se despojó. Se humilló (lo que rehusó hacer Caín), y por eso, Dios le exaltó hasta lo máximo.
Cristo nos mostró una manera de vivir que es el completo opuesto a lo que el mundo nos dicta. Es el soltar tus derechos (o lo que imaginas que son tus derechos), y humillarte. Ésta es la voluntad de Dios, y el ejemplo que nos dió, para salir del patrón de Adán y Eva.

[1] Elliot, Elizabeth. Let Me Be a Woman. (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1976), pp. 24-25.

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